Hijos.
Pequeños,
revoltosos, alegres, cabezotas, mandones, tranquilos, sonrientes, traviesos,
los que te miran con sus ojos inmensos y te taladran y sabes que da igual que
las noches sean en blanco porque cuando oyes como te llaman todo, todo,
merece la pena.
Nada hay más hermoso que la voz de un hijo.
Por ellos estamos aquí y cada día uno se levanta pensado en ellos y duerme con ellos en el alma. Aun cuando no hayan nacido siquiera. Pero ya se les vive, se les habla, se les siente como un latir continúo al lado de nuestro corazón.
Cuando dentro
de uno prende la semilla de un hijo nada hay que pueda detenerla. Crece, se
expande, se vuelve un árbol de tronco robusto, recio, capaz de soportar todos
los vientos, todas las sequías....Y entonces sabemos que lucharemos por hacer
realidad el sueño de ser padres.
Pero no es un automatismo sin más. El hecho reproductor para nosotros es muy diferente del animal. Porque no es tan básico. No es un simple instinto, es un deseo íntimo y personal. Algo que trasciende la línea de la sangre. Incluso da igual que los genes sean nuestros o no. Lo que importa es que sea nuestro hijo.
Eso explica por qué se puede recurrir a la donación de espermatozoides, de óvulos, de embriones o de capacidad gestacional.
Algo que sería inimaginable si lo que mandase fuese biología pura, lo que obliga al león vencedor, cuando derroca al viejo líder de la manada, a matar a los cachorros del otro para que las hembras entren en celo y poder dejar su herencia. Su rastro.
Los humanos hemos cambiado nuestros ecosistemas sociales y reproductivos. Hoy,
tener relaciones sexuales no es sinónimo de reproducirse, es mas, rara vez el
fin de las relaciones sexuales es la reproducción. Del mismo modo, los actos
puramente reproductivos no van ya ligados al hecho de la paternidad y
maternidad. Ser padre o madre no depende ya de una eyaculación, de una
ovulación o de una gestación. Lo que define la filiación es el deseo de los
progenitores de ser padres y no la técnica reproductiva, natural o asistida,
que se aplica para lograr el fin.
Las Técnicas
de Reproducción han cambiado la vida de muchas personas, aunque una de ellas, la Subrogación ,
sigue siendo tratada como algo diferente.
Y en este
trato diferencial influyen ideas preconcebidas, miedos no bien racionalizados,
tradiciones del tipo “madre no hay más que una”, el clásico “siempre ha sido
así” o prejuicios hembristas.
Para
verbalizar esa diferencia se mantiene y sostiene la denominación vulgar de este
proceso reproductivo. Pese al tiempo que nuestro grupo lleva explicando lo qué
es y cuál es su nombre, aun no ha calado el cambio de concepto. Se le sigue
llamando vientre de alquiler. A veces me veo incluso obligado a usar estas
palabras porque, si no, mis interlocutores me miran sin entender de qué hablo.
Un nombre que
suena como un insulto para los que mediante la subrogación hemos formado o
esperamos formar nuestra familia. Vientre. Alquiler.
Un insulto,
una degradación que hace que se pueda usar la referencia a la técnica, con
impunidad, incluso en anuncios publicitarios de marcado mal gusto,
como ha pasado recientemente. Actitudes que no respetan ni a las mujeres en
general ni a la ciencia reproductiva.
Sabemos,
además, que hay sectores que se oponen de modo activo a que el proceso se llame
de otro modo, pues perderían sus argumentos para rechazarlo. Enfrentarse a una
técnica reproductiva no es tan "edificante", tan moderno, como
oponerse a la esclavitud del vientre.
¿De verdad
creen que se alquila un vientre?
Hay casos, en
la subrogación, en la donación de semen, en el modo en que el vecino te cuenta
cosas o en las miles de circunstancias de cada día y cada afán, en que la gente
se mueve por dinero. Única y exclusivamente. Para bien o para mal, el ser
humanos es así. Nos gustaría que las relaciones interpersonales fuesen siempre
perfectas. No lo son. Pero...
Generalizar
una técnica médica planteando que se va “alquilando” a un ser humano,
explotándolo y, por supuesto, robándole luego un niño, solo es posible en
mentes míseras, mentes que no son capaces de ver que la gente es mas buena de
lo que creemos. Que da porque quiere ayudar. Que se dona leche, sangre,
órganos, células, cordones de recién nacidos y si, también, hay quien dona su
capacidad de gestar. Su capacidad de ayudar a nacer a los hijos de otras
personas.
Donan una
capacidad sin la cual esos niños no existirían. Y eso no tiene (jamás tendrá)
precio.
Seguiremos
escuchado cosas como que "si no puede uno tener hijos hay que
resignarse". Aplicado a la gestación subrogada, claro.
Mientras, proliferan las consultas de reproducción y se financia tratamientos
para familias convencionales.
Hay personas
que tienen más derecho que otras a tener hijos.
Seguiremos
escuchando que se "trafica con mujeres".
Pero qué pocos
de los que dicen eso han hablado alguna vez con una mujer dispuesta a gestar un
hijo para otra persona.
Los nombres
son importantes.Nos definen,
nos marcan y conforman. Los nombres ensalzan o humillan. Los nombres educan. El nombre de
las cosas puede cambiar una sociedad.
Pelearé el
nombre de Subrogación allá por donde vaya.
Gestación subrogada. Ni siquiera maternidad subrogada. Porque lo que se subroga es la capacidad de gestar, no la maternidad, que es otra cosa. Ser madre es algo más que gestar, como es algo más que tener o no tener óvulos. Al igual que ser padre es algo diferente de lo que haga o deje de hacer un espermatozoide.
Por respeto a
nosotros mismo. Por respeto a nuestras gestantes. Pero, sobre todo, por respeto
a nuestros hijos tenemos que pelear que el nombre, y toda la terminología, sean
correctos.
A nadie se le
escapa que entre decirle a un hijo que ha nacido mediante una técnica de
reproducción asistida, llamada subrogación o gestación subrogada, o
mediante un vientre de alquiler hay todo un mundo de distancia. Con el primer
nombre se le dice que se ha peleado por él, que es querido
y deseado y buscado por sobre todos los problemas y trabas. Con el
segundo nombre se le viene a decir que se ha mercadeado con él. La
diferencia es abismal. En concepto y en hechos. Y en otras técnicas no ocurre esto.
A nadie se le ocurre referirse a una donación de óvulos como "venta de
huevos".
Si, los nombres son importantes y de nosotros depende lograr que la sociedad abandone el vulgarismo y utilice el nombre adecuado, él que nos dignifica.
El camino tal
vez sea largo, pero cuando a nuestro alrededor se hable de Subrogación,
cuando en nuestro país sea una técnica reproductiva más, cuando las personas
puedan realizar su sueño de ser padres y madres sin miedos y mediante la
técnica adecuada. Cuando los niños puedan correr por las calles sin que nadie
piense que unos son diferentes de otros. Cuando eso pase, y será mas pronto que
tarde, sabré, y sabremos, que el esfuerzo ha merecido la pena.
Amigos, tener
a mi hijo es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Pelead sin
miedo y con la cabeza alta.
Son Nuestros
Hijos!!
(Ahora, cuando acuesto a mi hijo, le doy un beso y susurro: buenas noches, hijo. Él siempre me responde, con esa voz única para mi: buenas noches, papi.....)
No hay comentarios:
Publicar un comentario