domingo, 29 de diciembre de 2013

Carta Abierta para un Obispo

Sr. López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón

Monseñor: en mi pueblo, para la gente que es baja, sea de clase o de conducta, se usa un término simple, persona mala, que es distinto de ser mala persona. Y lo digo en razón de una carta en la que usted ha denigrado a unos niños, justo cuando la palabra amor impregna cada una de las homilías que se escuchan en iglesias y catedrales.
Sus palabras, obispo, suenan como una bofetada en pleno rostro. Son palabras inaceptables, aunque al revestirlas de asertividad pretenda darles un lustre del que carecen.
Dice que el matrimonio entre personas del mismo sexo es la base "para la destrucción de la familia" y tiene entre sus efectos "el notable aumento de hijos con graves perturbaciones de su personalidad".
Solo se me ocurren tres posibles razones para tales afirmaciones.

La primera es que se apoye en evidencias. Pero eso no es posible, no las hay. Le podría dar múltiples referencias de artículos publicados en revista médicas, bioéticas, psicológicas o psiquiátricas, (revista de gran factor de impacto, por si le interesase ese dato) que muestran que no hay diferencias entre los hijos de homosexuales y heterosexuales, entre hijos de una familia tradicional y de una familia no tradicional, que diría usted. No las hay, pero sí señalan los estudios una tendencia (no significativa, cierto es, pero tendencia) a un mayor compromiso de esos niños para con los Derechos Humanos y en la defensa del débil, hacia él cual muestran más empatía. Los investigadores concluyen que es debido a su crianza en un ambiente familiar que inculca esos valores, dado que todavía sus padres han de defender sus derechos, los DDHH, casi todos los días, como hoy hago yo. Lástima que a usted no se le educase en esos valores y esa defensa.

La segunda es que hable desde la propia experiencia. Deseo que no sea el motivo y, si lo fuese, lo lamento. Vivir en una familia que destroce a un niño debe ser horroroso y si, mas de 60 años después, las heridas siguen sangrando, es que fueron muy profundas. La violencia en la familia es nefasta. Pero los dolores propios no pueden servir de excusa para causar dolor a otros. Deben ser motivo para defender al hombre, no para criminalizar sin causa.

La tercera es la impudicia en la palabra. El hablar por hablar, para causar daño y dolor, para crear una base ideológica desde la que atacar a otro porque es diferente. Porque no vive como yo deseo. En esto hay que reconocer la existencia de una gran tradición. Baste recordar con que facilidad se pasó del “no juzguéis y no seréis juzgados” a la Santa Inquisición, que amén de juzgar, se encargó de saquear, torturar y matar a miles de personas. Pero, señor obispo, aunque lo desee, la Edad de Hierro del Papado no volverá, ni el esplendor del Poder Temporal, ni usted podrá llevar sus oropeles a pasear por sus tierras recibiendo la pleitesía de la plebe. 
El respeto se gana, no lo otorga ni un anillo ni una mitra. La Iglesia ha ido olvidando las bases que la formaron y el episcopado se ha desnaturalizado tanto que ya nadie recuerda las palabras de la Primera Epístola a Timoteo: «Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; que no sea dado al vino ni amigo de peleas; que no sea codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad; pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?”

Marido,…prudente,…amable,…hijos,… son verbos hermosos. Usted, que  no ha formado una familia, (vivir en familia no es formarla), en vez de conjugarlos, se permite opinar y, con atrevimiento, dañar.

Defienda su modelo de familia o de sociedad, pero respete, como desea ser respetado, los otros modelos.
Y si quiere hablar de niños en riesgo, vuelva la vista a los cientos de ellos que en España pasan hambre todos los días, HAMBRE, obispo, mientras millones de euros vuelan a las manos de los ricos sin que resuene en los palacios episcopales el látigo con él que Jesús arrojó a los mercaderes del templo.

A nadie le voy a permitir que falte al respeto a mi hijo. Ni por cómo ha nacido ni por ser hijo de quiénes es. Con sus palabras, señor, le ha faltado al respeto a él y a miles de niños a los que ni conoce ni, obviamente, proyecta conocer. Ha faltado al respeto a miles de familias de las que no sabe nada porque ni las entiende ni tiene un alma limpia para acercarse a ellas. La concupiscencia, la lascivia en la palabra, es un gran pecado, sobre todo cuando hace daño a inocentes.
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis á uno de estos mis hermanos pequeñitos, á mí lo hicisteis ". (Mt. 25, 40)

Esa es mi esperanza: saber que, antes o después, Ilustrísima, usted comparecerá ante Él. Saber que Él le mirará a la cara. Saber que Él le arrojará a ella Su desprecio. Porque ser Obispo nunca puede significar hacer daño a uno de estos mis hermanos pequeños.


A mi marido y a mí, Dios nos ha dado un hijo. Que usted no haya entendido eso solo demuestra lo lejano que está de Él.

Pedro Fuentes

lunes, 2 de diciembre de 2013

Cartas de las Familias de SNH

¿Quién es nuestro hijo?








Hace años, cuando comenzamos este largo y complicado viaje hacia la paternidad mediante GESTACIÓN SUBROGADA, había muchas cosas que no nos planteamos. Todo comenzó a principios del año 2008. Durante el primer viaje a Chicago, en agosto del año 2008, recuerdo el momento en el que estábamos en la clínica de fertilidad rellenando documentación de tipo médica, cuando leímos una pregunta: ¿Qué quieren hacer con los embriones congelados que queden y no los vayan a usar para ampliar su familia?, difícil pregunta y que tenía 3 respuestas:

Una era descartarlos, las otras dos eran, o donarlos a otra pareja/persona soltera que los necesitara para formar su familia o donarlos a la investigación. En su momento, nos planteamos donarlos a la ciencia por sí podrían aportar nueva información científica que ayudara a resolver problemas de tipo médico. En ningún momento nos planteamos la donación a otra persona que los pudiera necesitar, no reflexionamos, ya que nuestra única idea en ese momento era ser padres. Siempre te queda la duda de que esos embriones llevan la misma genética que tus hijos. Es importante reflexionar sobre esta cuestión.

Para llevar a cabo este proceso hacia la paternidad contamos con la ayuda de una donante de óvulos y de una mujer gestante, que gestaría y daría a luz a nuestros hijos. No nos cansaremos de dar las gracias nunca a estas mujeres.

Con el tiempo, vas aprendiendo, madurando, entendiendo conceptos y asumiendo que un hijo no es aquel que lleva tus genes, es el que nace del fruto de un proyecto común, una ilusión y un deseo por formar una familia con la persona a la que amas, como un hijo adoptado, o el hijo de tu pareja al que tú has criado desde que os conocisteis, es tu hijo. El deseo y el amor por tener un hijo te hace padre no sus genes. 

Este año, durante el embarazo de nuestras hijas, empezamos a plantearnos la siguiente cuestión, ¿Que íbamos a hacer con esos embriones que ya estaban creados y no íbamos a necesitar?

Todo comenzó a moverse cuando conocimos a una chica soltera de Madrid, que aun siendo muy joven, ya había tenido que pasar por una situación muy dramática en su vida porque había perdido a su bebe en la fase final del embarazo y ésta desgracia, además la había impedido gestar a su propio hijo de por vida. Fue entonces cuando nos planteamos seriamente, si podíamos hacer algo por ella, y decidimos donarle nuestros embriones. No fue una decisión fácil, no lo vamos a negar, pero nos sentimos muy orgullosos de haberlo hecho. Teniendo ya 3 hijos NO los íbamos a necesitar y pensamos que era la mejor forma de devolver todo lo que nosotros habíamos recibido en estos años.

Nuestros 3 hijos aun no compartiendo el 100% de la genética, son hermanos y no tienen más hermanos. El hecho de donar los embriones no te hace padre de esos hijos, en este momento asumes el rol de un donante de esperma y nada más, les regalas tus genes, al igual que una donante de óvulos no es la “madre biológica” de nuestros hijos, ni la mujer gestante que los gesta y los trae al mundo tampoco es su madre, es su gestante. Los términos son muy importantes y el papel que jugamos todos en esta técnica de reproducción asistida también. A las cosas hay que llamarlas por su nombre para dejar claros los conceptos y no confundir ni a nuestros hijos y ni a la gente que piensa que la genética te hace padre o madre. Las técnicas de reproducción asistida han modificado los conceptos de padre y madre. Para nosotros están muy claros los conceptos y ahora aún más después de haber realizado esta donación.

Ser padre es lo mejor que nos ha podido pasar en nuestra vida y desde aquí queremos dar las gracias a aquellas personas que lo han hecho posible, en especial a Jennifer la gestante de nuestros 3 hijos. Jennifer eres una gran mujer!

A todas aquellas personas que desean ser padres/madres no dejéis de luchar por conseguirlo que al final lo conseguiréis y todo el esfuerzo habrá merecido la pena.

¿Qué importancia tiene la genética?

Puede que cuando nazca tu hijo nadie diga que se parece a ti
Es cierto que no tendrá tu nariz pero te reconocerá al olerte,
no tendrá tus piernas, pero serás tú quien sienta sus pataditas cuando los acunes,
no tendrá tus manos pero se agarrarán con fuerza a las tuyas,
no tendrá tus brazos, pero será a ti a quien abrace,
no tendrá tu voz, pero cuando diga mamá/papá te estará mirando,
no tendrá tu pelo, pero querrá que seas tú quien se lo acaricie,
no tendrá tu boca, pero sí tu sonrisa
no tendrá tus ojos, pero sí tu mirada.

Dedicado a todos los padres/madres que han cumplido su sueño de formar una familia

Ricardo Lucas / Iván Vallejo, 
Papás de familia numerosa homoparental por gestación subrogada