Hoy es el día de la Mujer y esta es la historia de una mujer. Y de un hombre.
Resulta evidente que el objetivo primario de este blog no es modificar la Ley de Reproducción Asistida, pero me resulta difícil, por mi profesión, desconectar de una realidad frecuente y frecuentemente disimulada. Y usada, cada día más, por parejas heterosexuales con problemas reproductivos. Estas parejas no sufren las trabas con el Registro Civil que tenemos nosotros, pues inscriben a sus hijos sin problemas. Pero su camino no es un paseo entre las flores.
Hace poco, y sin saber que yo había tenido un hijo por maternidad subrogada, una antigua paciente vino a contarme el final de su historia. Al día siguiente salía para EEUU. Y antes de irse quería hablar.
Julia, en realidad no se llama Julia y yo he “novelado” la historia. Pero todo, todo, es real. Sin quitar ni poner un solo dolor o una sola ilusión.
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Hace poco, y sin saber que yo había tenido un hijo por maternidad subrogada, una antigua paciente vino a contarme el final de su historia. Al día siguiente salía para EEUU. Y antes de irse quería hablar.
Julia, en realidad no se llama Julia y yo he “novelado” la historia. Pero todo, todo, es real. Sin quitar ni poner un solo dolor o una sola ilusión.
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Julia se despertó sobresalta. El pinchazo en la tripa había sido intenso y su corazón se disparó. Le latía rápido, cada vez más acelerado. Tenía miedo.
Era su cuarto embarazo. Su cuarta apuesta por lograr un hijo. Durante los meses que llevaba embarazada no había sido capaz de decidir si intentarlo de nuevo era una locura, una cabezonería o simplemente lo único que podía hacer. Julia deseaba ser madre.
A veces, en la noche, el recuerdo de los hijos muertos la despertaba. Pero hoy el motivo de su desvelo era distinto. El miedo crecía y crecía. ¡No, no, no, NO! Susurraba. No… Una humedad caliente y viscosa empezó a fluir por sus piernas. Y supo que todo estaba acabado. Y que era el inicio de una pesadilla no por conocida menos dolorosa.
Julia tenía insuficiencia del cuello de la matriz. Su útero, su matriz, no soportaba la presión del niño en desarrollo y entre el cuarto y quinto mes se abría y dejaba escapar a su pequeño habitante. Su primer embarazo lo perdió a las 18 semanas. Lo recordaba bien. Nunca había oído hablar de insuficiencia del cérvix. Su pequeño salio casi sin darse cuenta. Sin dolor, sin apenas manchar. Se escurrió de su cuerpo dejándola mas asombrada que rota. Tardó un momento en comprender lo que aquello significaba. Llegó a ver un leve movimiento de la cabeza de su hijo, antes de que muriera al fin. Nunca había sentido nada parecido. Nada la había preparado para aquel dolor.
Luego vino el diagnóstico y el tratamiento. Se hacia un cerclaje. Se cosía el cuello del útero y se cerraba para que aguantara. Buenos resultados. No tener miedo. Esas fueron las ideas básicas y así enfrentó su segunda gestación.
El cerclaje fracasó en la semana 17 del embarazo. Hubo más dolor, mas sangre y más, mucho más sufrimiento cuando vio como todo se deshacía de nuevo.
Nuevas consultas. Otros especialistas. Y las mismas opiniones. Un cerclaje. Reposo. Medicación para relajar el útero. Tranquilidad. Se quedó de nuevo embarazada. Otra vez al quirófano para el cerclaje. Cama y reposo, con miedo a moverse, a hacer un esfuerzo. Medicación. Sus manos rodeaban su vientre, como protegiendo al pequeño. Llegó con horror la semana 17. Luego la 18 fue eterna. La 19. La 20….Se empezó a relajar. Al fin lo había logrado. Su tripa se redondeó y por primera vez en su vida notó a su hijo moverse. Recordaba bien que era un domingo. Ella y su marido veían anochecer desde la cama cuando el pequeñín se movió. ¡Se sintió tan feliz!
Esa noche aparecieron las pérdidas y el niño nació. Vivió 24 horas. 24 horas de agonía, de angustia. 24 horas para ver morir a un hijo. Se juró que nunca más lo intentaría. Se sintió culpable. Como si la muerte del niño fuera únicamente su responsabilidad. Necesitó tomar pastillas durante varios meses antes de ser capaz de volver a vivir.
Cuando hablaron de intentarlo de nuevo se acobardó. Vivir otra vez todo… no estaba segura de poder soportarlo. Luego su marido le habló de técnicas de reproducción. Había leído que una mujer podía llevar adelante el embarazo de su hijo. Una mujer con una matriz capaz de aguantar al niño dentro. Otra mujer haciendo lo que ella no era capaz. Se sintió mal. No podía. ! Ella quería ser madre! Dejaron el tema en este punto, aunque en realidad Julia se dedicó a investigar en Internet. En unas semanas era una experta en subrogación gestacional. Pero no lo veía claro. Decían que era ilegal. Que la madre no era ella. Que otra mujer seria la madre de verdad y ella podría adoptar, pero no ser madre. Era evidente que en otra matriz su hijo habría vivido, pero…
Al final se quedó de nuevo embarazada y vuelta a empezar: cerclaje, reposo, tratamientos relajantes para el útero, para ella, …..
El pinchazo crecía. Notaba la sangre bajando por sus muslos. El horror de lo que la esperaba parecía haberse pegado a su garganta y la estrangulaba lentamente. La agonía de su tercer hijo desfilaba ante sus ojos. Vió como nunca que su pequeño iba a morir y que en otra mujer, en otro útero, habría sido un niño perfecto y sano. Habría jugado y reído. Habría crecido. Habría vivido.
Quería gritar. Maldecir al mundo, a los políticos, a las clínicas de reproducción, a Dios, por hacerla así, imperfecta. Se maldijo a sí misma por su cobardía.
El líquido entre sus mulos manó mas fluido, caliente y abundante. Supo que había roto la bolsa. Ya conocía a la perfección todos los pasos. Alargó la mano para despertar a su marido mientras la cama se iba empapando de sangre, agua y dolor. Tenían que levantarse. Ir al hospital. Su hijo iba a morir.
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Era su cuarto embarazo. Su cuarta apuesta por lograr un hijo. Durante los meses que llevaba embarazada no había sido capaz de decidir si intentarlo de nuevo era una locura, una cabezonería o simplemente lo único que podía hacer. Julia deseaba ser madre.
A veces, en la noche, el recuerdo de los hijos muertos la despertaba. Pero hoy el motivo de su desvelo era distinto. El miedo crecía y crecía. ¡No, no, no, NO! Susurraba. No… Una humedad caliente y viscosa empezó a fluir por sus piernas. Y supo que todo estaba acabado. Y que era el inicio de una pesadilla no por conocida menos dolorosa.
Julia tenía insuficiencia del cuello de la matriz. Su útero, su matriz, no soportaba la presión del niño en desarrollo y entre el cuarto y quinto mes se abría y dejaba escapar a su pequeño habitante. Su primer embarazo lo perdió a las 18 semanas. Lo recordaba bien. Nunca había oído hablar de insuficiencia del cérvix. Su pequeño salio casi sin darse cuenta. Sin dolor, sin apenas manchar. Se escurrió de su cuerpo dejándola mas asombrada que rota. Tardó un momento en comprender lo que aquello significaba. Llegó a ver un leve movimiento de la cabeza de su hijo, antes de que muriera al fin. Nunca había sentido nada parecido. Nada la había preparado para aquel dolor.
Luego vino el diagnóstico y el tratamiento. Se hacia un cerclaje. Se cosía el cuello del útero y se cerraba para que aguantara. Buenos resultados. No tener miedo. Esas fueron las ideas básicas y así enfrentó su segunda gestación.
El cerclaje fracasó en la semana 17 del embarazo. Hubo más dolor, mas sangre y más, mucho más sufrimiento cuando vio como todo se deshacía de nuevo.
Nuevas consultas. Otros especialistas. Y las mismas opiniones. Un cerclaje. Reposo. Medicación para relajar el útero. Tranquilidad. Se quedó de nuevo embarazada. Otra vez al quirófano para el cerclaje. Cama y reposo, con miedo a moverse, a hacer un esfuerzo. Medicación. Sus manos rodeaban su vientre, como protegiendo al pequeño. Llegó con horror la semana 17. Luego la 18 fue eterna. La 19. La 20….Se empezó a relajar. Al fin lo había logrado. Su tripa se redondeó y por primera vez en su vida notó a su hijo moverse. Recordaba bien que era un domingo. Ella y su marido veían anochecer desde la cama cuando el pequeñín se movió. ¡Se sintió tan feliz!
Esa noche aparecieron las pérdidas y el niño nació. Vivió 24 horas. 24 horas de agonía, de angustia. 24 horas para ver morir a un hijo. Se juró que nunca más lo intentaría. Se sintió culpable. Como si la muerte del niño fuera únicamente su responsabilidad. Necesitó tomar pastillas durante varios meses antes de ser capaz de volver a vivir.
Cuando hablaron de intentarlo de nuevo se acobardó. Vivir otra vez todo… no estaba segura de poder soportarlo. Luego su marido le habló de técnicas de reproducción. Había leído que una mujer podía llevar adelante el embarazo de su hijo. Una mujer con una matriz capaz de aguantar al niño dentro. Otra mujer haciendo lo que ella no era capaz. Se sintió mal. No podía. ! Ella quería ser madre! Dejaron el tema en este punto, aunque en realidad Julia se dedicó a investigar en Internet. En unas semanas era una experta en subrogación gestacional. Pero no lo veía claro. Decían que era ilegal. Que la madre no era ella. Que otra mujer seria la madre de verdad y ella podría adoptar, pero no ser madre. Era evidente que en otra matriz su hijo habría vivido, pero…
Al final se quedó de nuevo embarazada y vuelta a empezar: cerclaje, reposo, tratamientos relajantes para el útero, para ella, …..
El pinchazo crecía. Notaba la sangre bajando por sus muslos. El horror de lo que la esperaba parecía haberse pegado a su garganta y la estrangulaba lentamente. La agonía de su tercer hijo desfilaba ante sus ojos. Vió como nunca que su pequeño iba a morir y que en otra mujer, en otro útero, habría sido un niño perfecto y sano. Habría jugado y reído. Habría crecido. Habría vivido.
Quería gritar. Maldecir al mundo, a los políticos, a las clínicas de reproducción, a Dios, por hacerla así, imperfecta. Se maldijo a sí misma por su cobardía.
El líquido entre sus mulos manó mas fluido, caliente y abundante. Supo que había roto la bolsa. Ya conocía a la perfección todos los pasos. Alargó la mano para despertar a su marido mientras la cama se iba empapando de sangre, agua y dolor. Tenían que levantarse. Ir al hospital. Su hijo iba a morir.
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La gestación subrogada es una Técnica de Reproducción Asistida (TRA) encuadrada dentro de las técnicas de transferencia de embriones, dado que la variante en que la propia gestante aporta el óvulo está casi en desuso.
La técnica consiste en la implantación, en el útero de la mujer que llevará adelante el embarazo, de un embrión logrado mediante fertilización “in vitro”. La gestante no tiene conexión genética con el embrión.
Esta TRA es recomendada por las Asociaciones, nacionales e internacionales, de Infertilidad y Reproducción como un tratamiento eficaz cuando tratamientos más convencionales no logran resolver el problema de la infertilidad.
Entre las indicaciones de la Técnica se encuentran:
•Malformaciones uterinas,
•Síndrome antifosfolípido refractario a tratamiento médico,
•Abortadoras de repetición sin causa conocida,
•Enfermedades maternas, como cardiopatías o hipertensión arterial pulmonar,
•Mujeres transplantadas, que no sean candidatas a gestar
•Enfermedades autoinmunes, como artritis reumatoide, con tratamientos que contraindican la gestación, etc., etc.
•También se incluye aquí la indicación de la infertilidad funcional, definiéndose como tal la del hombre solo, la de pareja homosexual masculina y ciertos casos de parejas homosexuales femeninas. También son usuarias de la TRA mujeres solas.
La regulación adecuada de la técnica en España, lejos de la indefensión jurídica actual, permitirá a muchas personas encarar una maternidad más responsable y, en muchos casos, de menos riesgo para su salud.
Pero el sistema político actual no considera necesario regular esta TRA, aunque si se considera prioritario poder abortar a demanda.
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El hijo de Julia podría haber vivido. Esa es la realidad. Pero no hay voluntad para que estos niños nazcan.
Eso si, no por ello dejaremos de traerlos al mundo.
Julia va a ser madre en breve. Está (estaba cuando me visitó) de 37 semanas de embarazo. Y ahora si que nota sin miedo las patadas de su hijo. En otro vientre, pero las nota. Por que ahora su hijo nacerá y vivirá. Y sabe, sin ningún género de dudas, que ese es su hijo. Y sabe que la generosidad de otra mujer ha hecho posible el mayor milagro del mundo. El milagro de la vida.
El hijo de Julia y de su marido se llamará Raúl.
Está viniendo.
Casos como el de Julia deberían de remover conciencias. Me siento tan identificada con ella que hasta me duele cuando leo su caso.
ResponderEliminarSu lucha ha sido incesante. Al igual que lo fue la mía.
Lo pasé muy mal con cada aborto. Ya no sabía a qué recurrir la verdad. Estaba muy triste de verdad. No era por no querer intentarlo, era porque no quería que más embriones sufrieran lo que me pasaba a mi.
Me he visto tan reflejada. El notar que el bebé se iba de mi vientre y casi no había pasado tiempo con su mamá. Fue horrible.
Doy gracias a Dios por la subrogación. Para mí fue la solución a un gran problema.
Aún lloro al recordar cuando mi bebé nació. Ese fue un momento esperadísimo y al mismo tiempo genial!